Serenidad junto al mar y la antigua ciudad de Pérgamo

La mejor forma de arribar a Dikili es por mar, ya que desde sus aguas turquesas se divisan playas de arena dorada junto a una preciosa bahía, que promete dar paso a unos encantadores paisajes verdes. El distrito de Dikili es un popular destino vacacional situado en la enorme provincia costera de Esmirna, en Turquía, y es ideal para hacer una parada y disfrutar de sus gentes, restaurantes de pescado y paisajes, por ejemplo, en el pueblo costero de Bademil, al sur, en las termas tierra adentro o en la catarata de Nebiler, en la llanura de Kemente. Sin embargo, Dikili no solo le ofrece una costa espectacular: también da acceso a las gloriosas ruinas de Pérgamo, una de las ciudades más bellas e importantes de la antigua Grecia en Asia Menor, declarada Patrimonio Mundial por la UNESCO. Pérgamo alberga algunos de los yacimientos arqueológicos más espectaculares no solo de Turquía, sino de todo el mundo mediterráneo.

Pérgamo

Con Troya al norte y Éfeso al sur, la ciudad de la Antigüedad clásica de Pérgamo está situada a unos 25 kilómetros tierra adentro del mar Egeo, en un promontorio que se eleva sobre la moderna ciudad de Bergama. Gracias a su ubicación estratégica fue objeto de varias reconstrucciones durante la antigüedad, pero vivió su época de mayor esplendor durante el periodo helenístico, en el siglo dos, cuando Alejando Magno la liberó del dominio persa. Como Reino de Pérgamo bajo el dominio sucesivo de la dinastía atálida, la ciudad se convirtió en un centro cultural, de curación y artes que Plinio el Viejo, escritor y filósofo del siglo I, describió como “la ciudad más famosa e imponente de Asia Menor”. Durante un tiempo, albergó la biblioteca más grande del mundo y su floreciente comercio de pergaminos (de hecho, el nombre proviene de “Pérgamo”) y sus espectaculares esculturas deslumbraban a los lugareños y viajeros de la antigüedad a partes iguales. Aunque quedan restos de distintas épocas, las ruinas más espectaculares pertenecen al rey de la dinastía atálida Eumenes II, que supervisó las obras de la biblioteca y el altar de Pérgamo durante su reinado, del 197 al 159 a. C. El enorme yacimiento de 890 000 metros cuadrados consta de una acrópolis central que se eleva casi 335 metros. También hay ruinas de la ciudad baja y el famoso santuario de curación Asclepeion.

Ciudad alta (acrópolis)

El gran atractivo de la ciudad alta o acrópolis de Pérgamo (que pretendía rivalizar con la de Atenas) es el antiguo teatro helenístico excavado en la ladera. Con una altura de 36 metros, es el más alto de la antigüedad: sus imponentes vistas debían de haber sido el principal espectáculo. Tiene capacidad para más de 10 000 espectadores en 83 filas y, si se mira de cerca, aún se aprecian los hoyos sobre los que se montaba el escenario de madera del teatro. En la cara norte de la construcción se encuentran las ruinas del templo de Dioniso, dios del vino y el teatro. El templo de Atenea data del siglo cuatro a. C., pero Eumenes II lo modificó alrededor del 170 a. C. En la terraza inferior se erigía el gran altar de Pérgamo, un templo colosal que tardó 20 años en construirse y se veía desde varios kilómetros. Los grabados de los famosos frisos monumentales tallados en mármol, que representan una lucha entre dioses y gigantes, llevan a salvo del sol del Egeo en el Museo de Pérgamo en Berlín desde principios del siglo veinte, pero aún se distingue el impresionante basamento del altar en forma de herradura. Curiosamente, cuando Juan el Apóstol incluyó la iglesia de Pérgamo como una de las siete iglesias del Apocalipsis, es posible que se refiriese al altar como el “trono de Satanás” a causa de su enorme tamaño.

En otro lugar de la Acrópolis se encuentra el tempo de Deméter, construido por Filetero, fundador de la dinastía atálida, y ampliado por Apolonia, esposa de Atalo II. También incluye una zona de gimnasios, levantados sobre tres terrazas. La escalera que conecta el nivel inferior con el segundo es un ejemplo increíblemente bien conservado de construcción de arco y bóveda. Las ruinas del santuario de Hera también descansan aquí. La acrópolis estaba reservada principalmente a la realeza, así que recorrer la calle principal que conectaba la acrópolis con la parte comercial de la ciudad, antaño repleta de tiendas y almacenes, es una experiencia fascinante. ¡Fíjese en las marcas de las ruedas de los carros sobre el pavimento de mármol! La reconstrucción del templo de Trajano es, casualmente, la única ruina enteramente romana de Pérgamo.

El Asclepeion

Las ruinas del célebre santuario curativo del Asclepeion descansan a los pies de la acrópolis, a unos 3 kilómetros al sur del promontorio. El Asclepeion de Pérgamo era famoso en la antigüedad: Asclepio era el hijo del mítico Apolo y el dios de la medicina y la curación. Los “doctores” del santuario eran, en realidad, sacerdotes que curaban a los pacientes con una mezcla de baños de aguas termales, una dieta especial, ejercicio y música. Las excavaciones datan la construcción del complejo de templos en el siglo cuatro a. C., pero tuvo su época de mayor esplendor durante el periodo romano gracias a los esfuerzos de Adriano, que añadió la columnada vía sacra que conducía a la puerta de entrada, o propileo, del Asclepeion. Más allá se hallaba el templo circular principal (en su día abovedado, como el Panteón de Roma) y salas de masajes y baños de barro, además de tres fuentes, conectadas mediante pórticos ornamentados. El teatro tenía capacidad para 3500 espectadores. Uno de los elementos más fascinantes del Asclepeion es el Túnel Sagrado, un pasadizo de más de 80 metros de largo que conduce desde el centro del santuario hasta un misterioso edificio redondo de dos pisos de la época romana, durante la que el célebre médico Galeno trabajó en Pérgamo. Hay quien cree que el túnel, que estaba rodeado de santuarios dedicados a otros dioses de la curación, como Higía y Apolo, pudo haber sido útil para inducir sueños con Asclepio en los pacientes. Los sacerdotes residentes podían interpretar dichos sueños para guiarse en el proceso de curación.

La Basílica Roja

La Basílica Roja, del tamaño de una catedral y construida por los romanos en el siglo dos como un enorme templo en honor a los dioses egipcios Serapis, Isis y Harpócrates, es una de las estructuras de la antigüedad más grandes conservadas. Situado a un kilómetro al sur de la acrópolis de Pérgamo, el complejo incluye un edificio principal, dos torres redondas, un amplio tremenos o zona sagrada, y túneles y cámaras subterráneos. Era tan grande que los primeros cristianos de Pérgamo construyeron una basílica en su interior, en lugar de convertir todo el edificio en una iglesia. El puente de Pérgamo, junto a un patio de la zona del templo de Isis, se diseñó durante el reinado de Adriano y aún hoy sigue intacto.